Políticas Públicas y Programas Preventivos Exitosos a Nivel Internacional
El crimen y la violencia son fenómenos que aquejan a todo el mundo sin importar ni respetar fronteras, por lo que, frente a esta realidad, reducir la criminalidad y promover la seguridad se convierten en prioridades en las agendas públicas, y para ello, los gobiernos y las comunidades de cada país deben buscar soluciones que no solo se enfoquen en el castigo, sino también en la prevención, ya que la criminalidad está vinculada a múltiples factores que facilitan su expansión dentro de cada sociedad, siendo aquí donde entran en juego las políticas públicas y los programas preventivos.
En base a lo anterior,
cabe destacar que, en muchos países, dichas acciones han logrado resultados
inspiradores desde la perspectiva internacional, no obstante, al hablar de
políticas públicas y programas preventivos exitosos no se trata solo de
mencionar la reducción en las cifras de delitos, ya que esto va mucho más allá,
pues es necesario entender cómo ciertas estrategias han logrado transformar
realidades complejas, mejorar la calidad de vida y devolver la confianza a la
ciudadanía.
Es por lo que, en esta
primera entrada, se hará una exploración de algunos de esos programas que, a
nivel internacional, destacan por su impacto positivo y por las lecciones que
pueden ofrecer a otros países que enfrentan desafíos similares en materia de
seguridad.
Pero inicialmente, de
acuerdo con Hernández, L. D. (2015), se requiere entender qué es una buena
práctica en materia de prevención del crimen según discusiones y experiencias
internacionales, planteando que esta se dirige hacia una orientación filosófica
que permite comprender que una buena práctica en prevención es aquella que se
adapta a las realidades locales y que toma en cuenta el involucramiento de
diversos actores desde una perspectiva inclusiva, así como la integración de
criterios de evaluación que permitan conocer realmente el éxito o fracaso de
cada iniciativa, resultando en sí que una buena práctica no solo se trata de la
aplicación, y ya, de las estrategias, sino que debe ser un instrumento de
aprendizaje sobre cómo hacer que las intervenciones sean más efectivas,
eficientes e innovadoras según los diversos contextos donde se apliquen.
(p.16).
Ahora bien, según
dichas consideraciones, se destaca que en Latinoamérica hay países que cuentan
con políticas públicas e iniciativas en materia de prevención y reducción del
delito, con elementos y herramientas que han resultado eficientes como buenas prácticas
en esta materia, y cuyo análisis puede servir para realizar discusiones,
intercambios, comparaciones y recomendaciones que permitan su reproducción en
contextos de otros países.
Partiendo de allí, se analizan, desde la perspectiva internacional, los siguientes países como ejemplo para comprender cómo las políticas públicas y los programas preventivos han resultado exitosos:
La Prevención del
Delito en México
A nivel internacional,
México es uno de los países más conocidos por la fuerte influencia que tiene la
criminalidad dentro de su territorio, con fenómenos como el narcotráfico, los
homicidios, el secuestro y la extorsión, situaciones que generan principalmente
la inseguridad ciudadana, lo que se agrava por la desconfianza de los ciudadanos
hacia las instituciones y cuerpos policiales encargados de la seguridad, y que,
a su vez, enfrenta el desafío de contar en cada estado y municipio con una
policía con autonomía propia, lo que, en sí, dificulta la gobernabilidad y la
implementación de políticas de seguridad.
No obstante, al hablar
de política de prevención del delito, los esfuerzos iniciaron a partir de los
años noventa a través de la creación del Sistema Nacional de Seguridad Pública
(SNSP), el cual fue guiado por debates que exponen que la prevención del delito
debe basarse en un enfoque multicausal diferente al aumento de las penas y a la
reacción militar, pero cabe resaltar que en México quien se encarga de formular
la política criminal y la política de prevención del delito es la Comisión de
Seguridad Pública (CSP), mientras que los principales responsables de aplicar
dichas políticas son los gobiernos locales de cada estado.
Inicialmente, durante
el periodo 2006 – 2012 donde fue presidente Felipe Calderón el país mexicano
experimento una etapa de militarización en la lucha contra el narcotráfico,
pero también se empezaron a consolidar programas preventivos, en donde empezó a
destacar el Programa Nacional de Seguridad Pública 2008 – 2012, que además de
perseguir a los grupos criminales, incluyo y promovió la participación
comunitaria y la recuperación de espacios públicos, con el surgimiento de
iniciativas como Escuela Segura o la recuperación de áreas urbanas para la
convivencia social.
Dentro de esta misma
línea, en 2012 se promulgó la Ley General para la Prevención de la Violencia
Social y el Delito, que creó el Centro Nacional de Prevención del Delito, encargado
de recopilar datos, analizar tendencias criminales y cofinanciar proyectos
locales para fortalecer la prevención.
Por su parte, uno de
los programas más conocidos de intervención integral es el programa “Todos
Somos Juárez” desarrollado entre los años 2010 y 2011, en donde el gobierno
federal, junto con autoridades locales y organizaciones civiles, invirtió cerca
de 380 millones de dólares para rescatar a Ciudad Juárez, la cual era azotada por una violencia extrema,
para ello, el programa incluyó mejoras urbanas, reforzamiento de servicios
sociales y participación ciudadana con jóvenes, lo que llevo a una reducción
significativa de los homicidios, pero en si cabe destacar que su continuidad se
vio afectada por cambios políticos y por la falta de evaluaciones que midieran
su impacto real a largo plazo.
En la siguiente noticia
se observa cómo el expresidente mexicano Felipe Calderón defiende la estrategia
Todos Somos Juárez a través de una publicación de Harvard, la cual, a su vez,
resalta que el éxito de una política pública depende en gran medida del papel
prioritario que se le otorga tanto a la comunidad como a las y los jóvenes.
Link de la
noticia: Calderón defiende la estrategia en Ciudad Juárez en publicación de Harvard.
Posteriormente, durante
el mandato de Enrique Peña Nieto 2012 – 2018 se lanzó el Programa Nacional para
la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia 2014 – 2018, el cual
contaba con un enfoque más amplio que incluía factores sociales, culturales y
económicos, buscando intervenir en comunidades vulnerables, mediante proyectos
enfocados en juventud, mujeres, cohesión social y urbanismo, aunque también
enfrentó el desafío de mantener su aplicación constante y de evaluar sus
resultados de forma clara.
A su vez, la Línea
Verde en Aguascalientes, demuestra que, incluso en contextos complejos,
proyectos urbanos bien planificados pueden convertirse en herramientas de
prevención, ya que el proyecto transformó un espacio urbano deteriorado en un
parque lineal, reduciendo delitos en la zona y fomentando la participación
comunitaria.
En síntesis, de este
primer análisis, se puede destacar que aunque en la actualidad México sigue
enfrentando enormes retos en materia de seguridad, su experiencia muestra que
la prevención del delito es posible cuando se combina la intervención social,
la recuperación de espacios públicos y la participación activa de la ciudadanía,
y que algunas de sus principales limitaciones se presenta a la hora de la
continuidad de los proyectos y los indicadores a largo plazo, pero a pesar de
ello, dichas políticas y programas han resultado exitosas.
Evolución de las
Políticas de Seguridad y de Prevención del Delito en el Salvador
El Salvador ha sido un
país marcado por la violencia y control territorial que ejercen las pandillas,
conocidas como maras, y que durante años, las respuestas gubernamentales
estuvieron dominadas bajo el enfoque de políticas represivas, conocidas popularmente
como de mano dura, las cuales se basan en endurecer las penas y criminalizar a
ciertas pandillas, sin embargo, estas respuestas llevaron a efectos
contraproducentes, reflejados en miles de jóvenes detenidos sin pruebas y un
hacinamiento carcelario que terminó fortaleciendo a las maras, dado a que
encontraron en las prisiones un espacio para reorganizarse y consolidar su
poder.
Aunque lo mencionado
ocurrió entre los años 2003 y 2004, ya en 1999 hubo intentos de incorporar la
prevención, cuando se lanzó la Alianza por la Seguridad, que incluía elementos
preventivos y buscaba acercar a la Policía Nacional Civil (PNC) a las comunidades,
sin embargo, el estallido de violencia contra las maras impidió su
implementación y continuidad en las comunidades, de forma similar, en el año
2000 se impulsó el Programa Paz Social, que pretendía diferenciar la violencia
social de la delincuencial y fomentar la coordinación interinstitucional, pero
fracasó ante el avance que habían alcanzado las pandillas.
Posteriormente, en el
año 2007, desde la perspectiva preventiva, se crea la Comisión de Seguridad
Ciudadana y Paz Social, la cual propone un documento con 75 recomendaciones
para transformar la seguridad en El Salvador, apostando por una visión integral
y participativa, alejada de la represión, y aunque influyó en discursos y
planes posteriores, sus propuestas principales en materia de seguridad y
prevención nunca se implementaron en su totalidad.
Ahora bien, en cuanto a
uno de los casos concretos más exitosos, está PROJÓVENES, un programa
financiado por la Unión Europea, cuyo objetivo fue ofrecer oportunidades a
jóvenes en riesgo mediante actividades culturales, deportivas, educativas y de
empleo, y que se desarrolló en dos fases, de 2003 a 2008 y de 2009 a 2014,
impactando a miles de jóvenes en zonas vulnerables, construyendo espacios
públicos y promoviendo la participación comunitaria.
Así mismo, un avance
significativo llegó con la Política Nacional de Justicia, Seguridad Pública y
Convivencia del gobierno de Mauricio Funes 2009 – 2014, que intentó equilibrar
acciones represivas con medidas de prevención, destacando que bajo este enfoque
surgió en 2012 la Estrategia Nacional de Prevención de la Violencia, la cual
apostó por la intervención territorial en los municipios más afectados con la
participación de distintas instituciones y de la sociedad civil.
En el año 2015 se dio a
conocer el plan El Salvador Seguro, destinado a invertir el 73 % de sus fondos
en prevención, presentándose como un giro radical respecto a las políticas
puramente represivas, cuyo objetivo fue focalizar esfuerzos en los 50 municipios
más violentos del país, combinando intervenciones sociales, urbanas y de
seguridad.
Además, cabe destacar
la experiencia de Santa Tecla, un municipio que ha logrado reducir
drásticamente los homicidios a través de una política local de seguridad
ciudadana basada en la participación vecinal, la recuperación de espacios
públicos, alianzas con actores del sector privado e internacional, y un enfoque
integral, que entre los años 2003 y 2015 evidenció una reducción de
aproximadamente el 75 % en los casos anuales de homicidios.
Por tanto, según estas
consideraciones sobre el caso salvadoreño, se observa que, aunque los enfoques
de mano duran han predominado, es posible desarrollar perspectivas integrales
que evidencian una reducción e impacto significativo cuando se integran la
prevención social, la participación ciudadana y una intervención adaptada al
contexto territorial, mostrando así una estrategia de seguridad mucho más
sostenible que las tradicionales.
Los Intentos de Coordinación
Institucional de la Política de Seguridad Ciudadana en Brasil
Cuando se habla de la
seguridad en Brasil, también hay que mencionar los contrastes que existen con
el resto de Latinoamérica, porque es un país con mayor extensión, más
habitantes y profundas desigualdades, y uno de sus grandes retos es su sistema
federal, donde cada estado tiene amplias competencias para definir sus propias
políticas de seguridad, lo que hace más difícil poner en marcha estrategias
nacionales uniformes, sumándose a esto la segregación urbana, donde en un mismo
espacio conviven barrios ricos amurallados y favelas en las que el Estado ha
estado históricamente ausente, permitiendo que grupos criminales ejerzan su
propio gobierno.
Sin embargo, desde
mediados de los años noventa, el gobierno federal ha intentado coordinar
esfuerzos, creando organismos como la Secretaría Nacional de Seguridad Pública
en 1998, el Consejo Nacional de Seguridad Pública en el 2000 o el Sistema Único
de Seguridad Pública en 2003, pero estas iniciativas se han encontrado con
diversas trabas políticas y administrativas, lo que llevó a no poder reducir la
criminalidad significativamente.
Un intento de cambiar
la perspectiva fue el Programa Nacional de Seguridad Pública con Ciudadanía,
conocido como PRONASCI, impulsado durante los gobiernos de Lula da Silva, que
buscaba combinar acciones policiales con proyectos sociales, especialmente en
zonas urbanas conflictivas, con la idea de ir más allá de la represión y atacar
las causas de la violencia, como la falta de oportunidades para los jóvenes,
pero aunque resultaba innovador, el PRONASCI enfrentó problemas, ya que los
proyectos venían diseñados desde el nivel federal sin ajustarse bien a las
realidades locales y a la gestión política de cada zona, lo que limitó su
impacto, además de que el financiamiento del programa no tuvo un seguimiento
claro debido a la gran variedad de iniciativas, por lo que sus efectos fueron
modestos y poco definidos.
A su vez, uno de los proyectos
más emblemáticos fue el de las Unidades de Policía Pacificadora en Río de
Janeiro, con el que se buscaba retomar el control de las favelas dominadas por
grupos criminales, combinando operativos policiales con programas sociales,
destacando que al inicio se logró una reducción de los homicidios en las zonas
intervenidas y hubo mejoras en el acceso a servicios como salud y educación,
sin embargo, en los resultados se evidenció que el componente social fue débil
y dado que el enfoque se centró demasiado en el control policial, dejando a
muchas comunidades con una presencia militar pero sin soluciones profundas a
los problemas de exclusión social.
En el siguiente video
se muestra cómo los esfuerzos de las Unidades de Policía Pacificadora lograron
expulsar a narcotraficantes de algunas favelas que durante décadas estuvieron
bajo su control:
Por otro lado, el
estado de Pernambuco representa uno de los casos más interesantes con su Pacto
por la Vida, que comenzó en 2007 bajo el liderazgo del gobernador Eduardo
Campos, y este plan se enfocó en reducir homicidios, estableciendo metas claras
de disminución anual, destacando que lo innovador fue combinar un enfoque
técnico con un uso intensivo de datos y análisis, junto con una estrategia de
articulación interinstitucional y participación ciudadana, cuyos resultados
fueron impresionantes, ya que solo en la capital, Recife, los homicidios se
redujeron significativamente en pocos años.
Por tanto, este último
ejemplo, y considerando que, aunque Brasil sigue siendo un escenario complejo
donde la violencia tiene raíces en diversas causas, el caso como el Pacto por
la Vida en Pernambuco muestra que, con compromiso político, metas claras y
coordinación, es posible lograr resultados concretos.
Las consideraciones
expuestas a lo largo de esta entrada muestran que, aunque durante años las
políticas públicas en América Latina estuvieron marcadas por un enfoque
principalmente represivo, se ha ido avanzando hacia modelos más integrales y
preventivos, y aunque los retos siguen siendo enormes, es innegable que ha
habido cambios significativos y progresivos en la manera de abordar la
seguridad y la prevención del delito.
De acuerdo con Frühling.
H. (2012), se puede mencionar que los esfuerzos más relevantes en la región se
han concentrado, principalmente, en los siguientes aspectos:
- Enfoques de prevención social, orientados a intervenir en las causas profundas de la violencia, como la desigualdad, la exclusión social y la falta de oportunidades.
- Programas dirigidos a la juventud en riesgo, reconociendo que los jóvenes son tanto víctimas como actores potenciales de dinámicas delictivas, y que brindarles alternativas educativas, culturales y laborales es clave para romper esos ciclos.
- Focalización específica en municipios o ciudades, priorizando territorios con mayores índices de violencia y criminalidad, lo que permite intervenciones más precisas y eficaces.
- Actividades disuasivas mediante el control policial, que, aunque necesarias, se han complementado con estrategias sociales y comunitarias, alejándose poco a poco de la visión exclusivamente punitiva. (p.23).
Siendo así, la
experiencia de países como México, El Salvador y Brasil demuestra que la
prevención del delito no es un camino rápido ni sencillo, pero sí posible
cuando existe voluntad política, participación social y políticas diseñadas a
partir de diagnósticos sólidos y no solo de lineamientos generales hechos en un
escritorio, pero en estos países, aunque han enfrentado limitaciones en
aspectos políticos, financieros, de participación, seguimiento e indicadores,
de manera factible han contribuido a la reducción de la violencia.
Referencias bibliográficas
AGENCIA
EFE. (2013). Unidades de Policía Pacificadora ocupan doce favelas en Río de Janeiro.
[Archivo de video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=k3ZE51zqw2k
CNN
México. (2013). Calderón defiende la estrategia en Ciudad Juárez en publicación
de Harvard. Expansión. https://expansion.mx/nacional/2013/02/17/calderon-defiende-la-estrategia-en-ciudad-juarez-en-publicacion-de-harvard
Frühling. H. (2012). La eficacia de las políticas públicas de seguridad ciudadana en América Latina y el Caribe: Como medirla y como mejorarla. http://dx.doi.org/10.18235/0007652
Hernández, L. D. (2015). Informe experiencias exitosas en prevención de la criminalidad en América Latina. Una perspectiva territorial de las políticas públicas de seguridad ciudadana en América Latina. Centro Internacional para la Prevención de la Criminalidad (CIPC). https://aprende.uned.ac.cr/pluginfile.php/1830167/mod_resource/content/0/Informe_Experiencias_exitosas_en_AL_2015_VF.pdf
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